Maricruz Medina Sánchez, La rejería barroca. La reja de la Colegiata de San Isidro el Real (Madrid)
Se conoce como rejería el arte de construir rejas, estructuras de barrotes de madera o metálicos cuya función es proteger un espacio. Este elemento de separación se diferencia de una puerta o una pared en que permite el paso de la luz, del aire a través de ella. Comienzan a fabricarse en el románico, para proteger vanos de puertas y ventanas, y viven un gran desarrollo en el gótico, con el surgimiento de las rejas lienzo; estructuras de gran tamaño que permitían cerrar espacios mucho mayores, como eran los coros o el altar mayor de las iglesias y catedrales, gracias a la mejora de la tecnología del hierro. En el renacimiento, la rejería vive su máximo apogeo, ya que se generaliza el deseo de protección de los tesoros en las iglesias. Es la época de grandes rejeros, como Juan Francés o Francisco de Villalpando, que no sólo se sirven de la forma, para crear complejos elementos decorativos, sino también del color y otros metales para enriquecer la estructura de hierro. Ya, en época barroca, la falta de recursos económicos del país y la escasez de metales, se deja notar en general en todas las artes decorativas y también en la rejería, cuya producción disminuye enormemente. Las rejas están elaboradas con hierro de peor calidad que en épocas anteriores y son mucho más sencillas y sobrias, sin decoración, aparte de alguna moldura geométrica. Prácticamente todos los ejemplares son de tipo vano o puerta, y terminan en medio punto.
Uno de los máximos exponentes de la rejería barroca es el conjunto conservado en la fachada de la Colegiata de San Isidro, ubicada en el Madrid de los Austrias, en la calle Toledo. Fue la catedral de Madrid desde 1885 hasta 1993, año en que se abrió La Almudena. Este edificio es uno de los más singulares del Madrid del siglo XVII; comenzó a construirse en 1622 siguiendo el modelo del Gesú en Roma ya que inicialmente perteneció a la compañía de Jesús. Ha tenido una historia algo convulsa relacionada con el cambio de propietarios, por la expulsión y readmisión de los jesuitas y, por otra parte, relacionada con las pérdidas sufridas durante la guerra civil, cuando se perdió un gran número de sus obras de arte, como ocurrió con el retablo mayor. No obstante, entre las que sí se conservaron se cuentan las rejas barrocas situadas en la fachada de la iglesia, cerrando las tres puertas que dan acceso al pórtico. De las tres rejas destaca la central, de mayor tamaño, que termina en un arco de medio punto y muestra el escudo imperial de María de Austria, mientras las laterales cierran vanos más bajos y rectangulares.
Las rejas se caracterizan por su barrotaje cilíndrico, típico de esta época, poco ornamentado con molduras, muy sencillo, ordenado en dos cuerpos (división horizontal) y el zócalo (cuerpo inferior) y por una única calle (división vertical). La reja central culmina con un ático en forma de arco de medio punto en el que se combinan los barrotes con los rayos sencillos, que terminan en punta, dirigidos hacia el escudo. Siendo una reja característica de su época, se trata de un ejemplar de muy buena calidad, que nos refleja el nivel económico de los jesuitas a principios del siglo XVII. Y esa calidad se demuestra en que todavía hoy se conserva en buen estado (tiene mucha suciedad provocada por las condiciones medioambientales, especialmente por el tráfico rodado y los excrementos de paloma, así como por la escasez de mantenimiento). Con todo, esta reja sigue en pie, con casi cuatrocientos años de historia, cumpliendo discretamente con su cometido de proteger la Colegiata, como tantas obras de rejería barroca que conserva Madrid y que todo el que quiera, puede visitar.