Nápoles
Nápoles – capital del Reino homónimo – fue una de las ciudades más ricas y pobladas del barroco europeo. Durante el siglo XVI fue objeto de una profunda reorganización urbanística y vio duplicar su población que, en el siglo siguiente, superó los 300.000 habitantes, siendo Nápoles la segunda ciudad más poblada de Europa después de París. En Nápoles residía el virrey que gobernaba en nombre del lejano monarca y todos los organismos administrativos, financieros y judiciales del Reino. El gobierno municipal era ejercido por la Junta (o Tribunal) de San Lorenzo (el nombre de la iglesia donde se reunía), formado por los denominados “electos”: los representantes de las cinco áreas en que se dividía el patriciado napolitano, llamadas “plazas”, “asientos” o “escaños” (Capuana, Nido, Montagna, Porto y Portanova). A éstos se añadía un “electo” del pueblo. En el siglo XVII, Nápoles fue sacudida por sucesos naturales (la erupción del Vesubio en el año 1631), por revueltas (la llamada revuelta de Masaniello en 1647-1648), y por terribles epidemias (la peste de 1656-1657). Con el final de los Habsburgo de Austria, la ciudad pasó por varios años bajo el dominio austriaco, sólo para volver, a partir de 1734, a ser posesiones de los nuevos reyes de España, los Borbones.