Andrea Rosado Pos, La pintura del Barroco – Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
El Barroco es el periodo artístico comprendido entre el 1600-1780 en el cual se desarrolla un estilo que trata de enaltecer la exageración y la grandeza en todo aquello que representa.
Las características principales de la pintura en este periodo son:
- Alejamiento de las formas geométricas características del Renacimiento.
- Importancia de la expresividad en las figuras.
- Búsqueda de la representación de la realidad acentuando el naturalismo e incluyendo en ello aspectos como la fealdad o la vejez.
- El color pasa a ser el protagonista en la pintura dejando al dibujo en un segundo plano.
- Dominio de la tercera dimensión, el volumen y la profundidad.
- La técnica más representativa de esta época es el óleo sobre lienzo.
- Hegemonía de la luz en las composiciones, en especial de llamado “tenebrismo”, que consiste en una exageración de los contrastes lumínicos mediante el uso del claroscuro para aprovechar las posibilidades expresivas de la luz y que fue iniciado por Caravaggio.
- Es el momento en el que el retrato vive su máximo esplendor.
Los pintores más destacados de esta época son: Rubens con sus cuadros de mujeres regordetas, Rembrandt y su dramatismo, Murillo y la representación de una realidad naturalista absoluta, Velázquez con sus retratos, y por supuesto Caravaggio como el iniciador del tenebrismo que marcaría en las obras futuras.
El punto en común que comparten todos estos pintores ya citados y sus contemporáneos fue la liberación de la simetría propia del Renacimiento y su geometría, en la búsqueda de una mayor expresividad y movimiento.
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
Es el pintor español más influyente del siglo XVII, que ha servido de modelo e inspiración a numerosos artistas posteriores entre ellos Goya, Manet o Picasso.
De origen sevillano se trasladará a Madrid a la temprana edad de 24 años para ser el pintor de la Corte Real. Debido a esto su actividad se desarrollará casi de forma exclusiva para los soberanos, sin la necesidad de tener que realizar trabajos privados externos.
Conocía los progresos que se estaban realizando en Europa, principalmente en Italia, donde tuvo la oportunidad de realizar dos viajes (el primero en 1629 y el segundo en 1649) en los que estudió las novedades en técnica y color que más tarde introduciría en España. Sus principales influencias las encuentra en los pintores venecianos del renacimiento, pero fundamentalmente en Caravaggio y el uso del tenebrismo.
Como pintor de la Corte sus obras estuvieron muy centradas en el retrato, pero su capacidad de jugar con la realidad y la ilusión creada por el arte lo llevarán a realizar grandes obras como Las Meninas, que van más allá de un discurso de representación de la realidad a pesar de partir de un diseño retratista. El cuadro de Las Meninas fue realizado en el 1656 y lo podemos encontrar actualmente en el Museo del Prado de Madrid. Se trata de un retrato colectivo de la familia del monarca Felipe IV en el que también encontramos algunas de las personas a él más cercanas, entre los cuales está el propio pintor. Analizando el cuadro desde nuestra izquierda nos encontramos a Velázquez, a la infanta Margarita, hija de los reyes, rodeada de sus damas de Corte, María Agustina e Isabel de Velasco; también aparecen dos de los enanos de la Corte junto a un perro; más atrás están la dama de honor doña Marcela de Ulloa junto a un guardadamas, y al fondo en la puerta el aposentador José Nieto. En la pared observamos también lo que podría ser un retrato de los soberanos Felipe IV y su esposa Mariana de Austria, aunque en realidad se trata de un espejo en el que les estamos viendo reflejados. La originalidad del cuadro se encuentra en el cambio del punto de vista que nos ofrece el pintor. Cuando observamos un retrato lo que generalmente vemos es el punto de vista de aquel que pinta, pero en este caso no es así, observamos el punto de vista de aquel que está siendo pintado. Para poder llevar a cabo esto, empleó una serie de espejos que le ayudasen a poder realizar esta obra. Dentro de las características propias de este tiempo antes citadas encontramos muchas de ellas desarrolladas en esta obra. Destacamos la expresividad de las figuras y como el pintor no trata de ocultar en ningún momento la vejez de los funcionarios o la fealdad de los enanos. Además Velázquez crea en la obra la sensación de profundidad gracias a la colocación de uno de los funcionarios en el marco de la puerta trasera, construyendo distintas áreas de profundidad. También es notable la influencia antes mencionada del tenebrismo, pues consigue zonas sombrías en el fondo y resaltar a los personajes protagonistas mediante la luz en el eje central. Velázquez llega a crear una obra de admirable realismo, en la que nos plantea un dilema acerca de su fiel visión de la representación de la realidad, pues en este cuadro tenemos que elegir si el arte sirve como representación de la realidad misma o si responde a una representación propia de cada autor. Pero no debemos olvidar que a pesar de este juego que el pintor nos plantea, nada de lo que vemos se encuentra en la obra de forma casual. La pose de cada uno de los miembros es intencionada a pesar de mostrar una gran naturalidad en sus gestos. Sí es cierto que si la intención del pintor hubiera sido la de realizar un retrato colectivo más formal, no habría elegido este fondo ni la posición en la que se encuentran. La gran magia de este cuadro sigue recayendo en la integración de los miembros reales y de la Corte conjuntamente gracias al juego propuesto por el pintor, y fundamentalmente, el cambio del punto de vista. Gracias a este último no solo conseguimos sentirnos espectadores, sino también los propios modelos de la obra bajo la mirada del artista que parece querer aprender de nosotros para poder plasmarnos en su lienzo. Y esto es significativo si tenemos en cuenta que eran los soberanos españoles esos primeros espectadores-modelos que tuvieron esta primera imagen sin necesidad alguna de lienzo y que más tarde nos han legado para poder disfrutarla y preguntarnos sobre ella con el paso del tiempo.
Mi elección personal de este cuadro para este proyecto está basada en el hecho de que siempre lo he considerado una obra muy interesante y con diversidad de matices, pero lo que especialmente me llama la atención es el hecho de que a pesar de estar concebida como un retrato a Felipe IV y su esposa, Velázquez decide colocarles en el último de los planos apenas visible y ponerse a sí mismo en el primero, demostrando su estrecha relación con el monarca y el gran poder e influencia que las artes tenían en el soberano.