La Guerra de los Treinta Años
La Guerra de los Treinta Años debe su nombre a la duración de un conflicto que tuvo lugar principalmente en Alemania y Bohemia, en la primera mitad del siglo XVII (1618-1648), pero que también se extendió al norte de Italia. La compleja situación política que siguió a la paz de Augusta de 1555 se complicó aún más cuando el emperador Matías de Habsburgo (1557-1619) no tuvo en cuenta la Carta de Majestad, con la que en 1609, su hermano y antecesor, Rodolfo II (1576-1612), había concedido la libertad de conciencia a los súbditos del reino de Bohemia. Las limitaciones impuestas al culto calvinista por Matías y el nombramiento como su sucesor a un católico intransigente como era el duque Fernando de Estiria (1578-1637), provocó un levantamiento popular en la ciudad de Praga (23 de mayo 1618) y la famosa “defenestración”: los rebeldes tomaron por asalto el castillo y tiraron por la ventana a los dos representantes imperiales que estaban allí. Después de la muerte de Matías de Habsburgo, los bohemios se negaron a reconocer al heredero designado y confirieron la corona a Federico V del Palatinado (1596-1632), jefe de la Unión Evangélica. Así dio comienzo la Guerra de los Treinta Años. La primera batalla histórica tuvo lugar en la Montaña Blanca (1620, cerca de Praga), donde las tropas imperiales, respaldadas por la Liga Católica y la infantería de los Habsburgo españoles, derrotaron a las fuerzas bohemias y palatinas. Reconquistada Bohemia, donde los vencedores impusieron el catolicismo con brutalidad y violencia, el ejército español-imperial invadió también el Palatinado. En este punto, temiendo la expansión europea de los Habsburgo y el surgimiento de la hegemonía católica que aplastaría al resto de confesiones, otras potencias protestantes saltaron al campo: la Confederación Suiza (1620-1630), Dinamarca (1625-1629) y la Suecia luterana (1629-1635). A pesar de todo esto, sin embargo, los Habsburgo continuaron venciendo. El curso de la guerra cambió sólo cuando Francia, que en años anteriores se limitaba a apoyar financieramente a los protestantes, se decidió a entrar en la guerra con su ejército, y finalmente derrotó a los españoles en Rocroi (1643). Las negociaciones produjeron dos tratados, firmados en Münster y Osnabrück, respectivamente, que han pasado a la historia como la Paz de Westfalia (24 de octubre 1648). El conflicto continuó a pequeña escala entre España y Francia, hasta la derrota de las tropas españolas en la batalla de las Dunas (1658) y la firma del tratado de paz de los Pirineos (1659). La Guerra de los Treinta Años marcó el declive de las pretensiones hegemónicas de los Habsburgo imperiales y españoles (que se vieron obligados a reconocer la independencia de las Provincias Unidas), tanto en lo religioso como en lo político-militar, cuyo debilitamiento del poder imperial sobre Alemania significó el reconocimiento de la fe calvinista, a la par que otras confesiones protestantes. La paz de Westfalia también reconoció el papel de los poderes regionales de la Confederación Suiza y de Suecia.
Para saber más:
- G. Parker, The Thirty Years’ War, Londres 1984.
- P.H. Wilson, Europe’s Tragedy. A History of the Thirty Years War, Londres 2009.