Los conservatorios napolitanos en Época Moderna
Los cuatro conservatorios napolitanos de Santa María di Loreto (1537), de la Pietà dei Turchini (1573), el de los Poveri di Gesù Cristo (1589) y el de Sant’Onofrio a Porta Capuana (1578), nacieron como lugar de caridad y para dar cobijo a los niños pobres o huérfanos, y eran gestionados por el clero de la ciudad. Se convirtieron, como es bien sabido, en lugares donde los chicos se iniciaban a la música a una edad temprana, donde además de dar los habituales estudios de humanidades y ciencias, se dedicaban a diario a los ejercicios vocales e instrumentales, profundizando en el contrapunto y en la teoría de la música. El período de formación duraba por lo menos ocho años y con el tiempo estas instituciones se convirtieron en verdaderas escuelas de música que formaban y verían trabajar a insignes maestros de los siglos XVII y XVIII, influyendo no sólo en la música religiosa sino también en la profana. Dos requisitos se hicieron imprescindibles: la necesidad de educar y ayudar a los jóvenes más pobres recogidos en los cuatro conservatorios de la ciudad y el honor de asegurar que las celebraciones de la ciudad irían con un digno acompañamiento musical. Tres de los cuatro conservatorios dependían de la Casa Real, mientras que el Conservatorio de los Poveri di Gesù Cristo (Pobres de Jesucristo) fue el único que dependía de la curia arzobispal. Además, gran parte del desarrollo litúrgico y musical de la ciudad tenía lugar en las iglesias, monasterios y congregaciones en las que, a pesar de no tener capilla musical, había una próspera actividad que daba vida a las diferentes ceremonias. La peste de 1656 contribuyó a una “masacre” del pueblo napolitano y, por tanto, también del clero y de los religiosos. Los trágicos acontecimientos se vieron exacerbados por la gran ignorancia de la clase plebeya, ya que carecía de una cultura religiosa media. A llenar este vacío ayudó, seguramente, instituciones como los diecisiete orfanatos para niñas y los cuatro conservatorios para los niños de la ciudad, donde se enseñaba la doctrina cristiana, especialmente con la música. Entre otras cosas, el primer empeño profesional, por así decirlo, de los niños que estaban siendo educados estuvo en los servicios musicales prestados a particulares, congregaciones religiosas y fiestas populares. En las festividades más solemnes eran llamados músicos, además de formaciones de profesionales que servían en los diversos institutos religiosos y en las innumerables iglesias y capillas, y los chicos de los conservatorios eran la principal fuente a la que acudir. Más tarde, en el siglo XVIII, con el auge de los grandes teatros públicos, como el San Carlo, el Teatro de los Florentinos, el Teatro Nuevo y muchos otros, fue la producción de obras de música, serias o cómicas, las que sirvieron más a absorber la sabia creatividad de los conservatorios, que dieron luz a cantantes y compositores de renombre en todo el mundo.