El corazón abruzzense del ducado: Atri y el Palacio Acquaviva (primera parte)
La ciudad de Atri fue vendida en 1395 por 35.000 ducados al conde de San Flaviano, Antonio Acquaviva, y perteneció a la familia hasta 1760, cuando cayó bajo el dominio directo del rey de Nápoles. Fue la capital del llamado Estado de Atri, que incluyó un gran número de territorios y pueblos ubicados en la actual provincia de Teramo. El Palacio ducal de Atri, hoy sede del Ayuntamiento, ha sido durante décadas el lugar privilegiado de residencia de la familia Acquaviva. Diseñado como una verdadera “pequeña corte“, los duques vivieron allí, por lo menos hasta mediados del siglo XVI, junto a la familia, los servidores, los consejeros, los oficiales, los soldados, los administradores, y parece que estuvo por algún tiempo Cervantes como secretario de Claudio Acquaviva. En origen las “casas reales”, construidas sobre las ruinas de las termas, del pórtico, del “capitolium” de la ciudad romana, pasó a los dominicos por donación de Carlos II de Anjou, pasando a ser posesión de los Acquaviva a finales del siglo XIV, y fue Antonio Acquaviva, primer duque, quien comenzó su transformación en un verdadero palacio. Siguió las características tipológicas derivadas de los castillos defensivos, adoptando, por ello, la planta rectangular, con un patio en el centro; a principios del siglo XV, por lo tanto, el palacio tenía un aspecto austero y militarista, y no era todavía la sede principal de los Acquaviva. Fue con Giosia, en la segunda mitad del siglo XV, cuando el palacio fue adaptado a las casas modernas de la nobleza. El duque, de hecho, se hizo cargo de las obras de fortalecimiento de la construcción e hizo decorar con frescos las inmensas salas del palacio, de los que no quedan huella, hecho por Giacomo d’Atri, Giovanni de Varesis y Andrea de Litio. A principios del siglo XVI, durante una fuerte crisis política que se extendió en la familia Acquaviva, el palacio fue abandonado y cayó en una profunda decadencia; sólo con Andrea Matteo III, la familia volvió a desempeñar un papel político destacado en el Reino y Giovanni Antonio Donato, VIII duque de Atri, en la segunda mitad del siglo XVI, se inició una nueva fase decisiva de la construcción, que le dio al edificio el aspecto que todavía hoy conserva. Fueron llamados arquitectos y artesanos anónimos, pero virtuosos, para su realización.