La Calabria de los Ruffo: Motta San Giovanni y Amendolea
En el siglo XVII, el feudo de Motta San Giovanni perteneció a los Ruffo di Bagnara Calabra que, otorgándoles el título de príncipes, tuvieron su posesión hasta la abolición del feudalismo. Muy dañada por el terremoto de 1783, estuvo también muy afectada por el terremoto de 1908, que dañó gravemente el castillo de San Aniceto o San Niceto, auténtico símbolo de Motta San Giovanni. Las características del castillo son comunes a otras fortificaciones de Calabria: sus paredes están construidas con piedra de gran espesor de la zona, el aspecto es imponente y el lugar de la construcción es la parte más alta de la ciudad. De hecho, fue construido como un lugar de refugio y de avistamiento para la población de Reggio Calabria contra las frecuentes incursiones sarracenas a lo largo de la costa de Calabria. Con el paso de los bizantinos a los normandos, el Castillo de Motta fue renovado con la adición de torres de vigilancia rectangulares y más imponentes, que definieron definitivamente la estructura final. El castillo tiene una planta irregular, que se asemeja a la forma de un barco, y su proa mira hacia la montaña, y la popa hacia el mar. Cerca de la entrada son visibles dos torres cuadradas en el pie de una pequeña colina que conecta con las llanuras de abajo, donde se sitúa una iglesia pequeña con una cúpula con frescos con la figura de un Cristo Pantocrator.
En 1624 las tierras de Amendolea y el castillo fueron comprados por Francesco Ruffo, duque de Bagnara. Aunque fueron dueños hasta 1806, los Ruffo nunca residieron en dicho lugar, pero confiaron a fiduciarios el control del feudo. La principal dificultad derivaba del hecho de que la población todavía hablaba la lengua grecanica (del griego) que en el resto de Calabria se había extinguido. El castillo se encuentra en un acantilado, a 358 metros sobre el nivel del mar y a unos 8 km de la costa jónica, dominando el valle de la Amendolea. Construido en el siglo XII bajo el dominio normando, las ruinas muestran un muro que rodea el espacio de ingreso en forma de paralelepípedo, del que se accede a una zona residencial; de ésta se conserva una sala rectangular con paredes altas y ventanas de arco y muros intercalados con almenas que se ajustan a la orilla rocosa. El edificio era de planta irregular con muros robustos y almenados que seguían el borde de los acantilados. Recientemente se han llevado a cabo trabajos para que sea abierto al público.