Pequeños muebles: braseros, lámparas y espejos
Durante el Barroco español los braseros o braserillos ostentaban la categoría de muebles, como elementos útiles pero también ornamentales de gran riqueza y valor (ver imagen 1. Museo Nacional de Artes DecorativasEn este museo se expone la cultura material de la sociedad española que permite interpretar las ideas y valores de su Historia. Se sitúa en Madrid, en la calle Montalbán de Madrid). Estos objetos, relacionados con la calefacción del hogar, en los que se echaba la lumbre, hacían más confortables las casas y ofrecían mayor distinción al patrón de la casa, de cara al momento de recibir las visitas, convirtiéndose en un elemento decorativo pero también imprescindible en toda reunión social durante el invierno. Frente al gran uso del hierro de épocas anteriores, ahora tenderá a imponerse el uso del bronce y la plata. En cuanto a la forma de los braseros y braserillos la más común será la de hexágono u octogonal. También proliferaron en este momento las chofetas – de metal o cerámica – que eran pequeños braserillos para calentarse las manos o quemar hierbas aromáticas.
Los objetos lumínicos tendían a realizarse en plata, y si se hacían en hierro o bronce se doraban o plateaban para dar mayor distinción al objeto. Podían ser de mesa como candeleros, candelabros, o de pared como apliques para sujetar las velas, o lámparas de techo, de mayor tamaño, que solían ser de plata con copete campaniforme que se sujetaba a la techumbre, del que salían entre seis y ocho cadenas que sujetaban el plato decorado con formas vegetales o geométricas. Éstas últimas de fabricación andaluza.
Los espejos fueron menos frecuentes en el siglo XVII que en el siglo XVIII. Ciertamente, aparecen en casi todos los testamentos del siglo XVIII, lo que manifiesta un cambio de costumbres en la higiene personal y una mayor preocupación por el vestuario y el aspecto personal. El espejo proclama el triunfo de la imagen y la apariencia, en definitiva, un mayor individualismo. No obstante el Barroco es el siglo del juego con espejos y las experimentaciones catóptricas que despertaron el interés de la sociedad europea en general. En el caso español, en diversas pinturas barrocas aparecen pequeños espejos que reflejan las cosas y personas situadas fuera de las pinturas, siendo Las Meninas de Velázquez el ejemplo más conocido, cuya técnica permite ver el interior y exterior del cuadro, desde diversas perspectivas. La multiplicación de espejos en la decoración de las casas nobiliarias y en los palacios (baste recordar el salón de espejos del Alcázar madrileño), sirvió a un doble propósito: los cortesanos podían sentirse como espectadores y personajes teatrales. Los espejos que proliferaron en el barroco español solían ser tener forma cuadrada o rectangular, y el material de los marcos de los espejos era muy variado: desde madera dorada o sin dorar, de latón o bronce (ver imagen 2. Museo Nacional Artes Decorativas de Madrid).