Revuelta de Portugal
Después de la batalla de Alcazarquivir (1578) y la muerte del último rey de la dinastía de Avis, Sebastián I, el reino de Portugal confluye, junto con su vasto imperio colonial, en la monarquía de los Habsburgo de Felipe II (1527-1598). La unión de las coronas de España y Portugal duró sesenta años (1580-1640), durante los cuales se llegó incluso a plantear cambiar la capital de Madrid a Lisboa. En 1640, aprovechando la participación española en la Guerra de Treinta Años y el intento de sofocar la revuelta catalana, el reino de Portugal se levantó, animando por el nuevo rey Juan IV, duque de Braganza. Las recriminaciones lusitanas se centraron en la falta de participación de sus élites en el gobierno de la monarquía y el papel marginal reservado a los intereses portugueses, como demostraba la escasa defensa de las colonias americanas y asiáticas de los ataques holandeses. Después del asesinato del secretario de Estado Miguel de Vasconcelos y la detención de la prima del rey, la duquesa de Mantua Margarita de Saboya, Felipe IV de España (1605-1665) trató en vano de recuperar el reino. Tras una serie de batallas perdidas en los próximos 25 años, España reconoció oficialmente la independencia de los portugueses con el Tratado de Lisboa (1668).