El origen y las funciones de las Plazas Mayores
La plaza como lugar de reunión, celebración de ceremonias religiosas y civiles, y como centro de la vida social de una ciudad responde a una idea presente en la civilización occidental desde la antigüedad, cuyos primeros ejemplos históricos se encuentran en el ágora griega y en el foro romano. En el contexto específico de la Península Ibérica, las plazas no son un factor relevante en las ciudades construidas o remodeladas durante la dominación árabe, ya que, por el contrario, las ciudades se desarrollaron como una intrincada red de calles, callejones y esquinas. En la baja Edad Media, las plazas eran donde, por lo general, tenía lugar el mercado de la ciudad, y por ello, no se situaban en el centro de la trama urbana y, a menudo, eran situadas fuera de las murallas de la ciudad. En 1480, una ordenanza de los Reyes Católicos incluyó, por primera vez, la construcción en cada ciudad de una “plaza mayor” donde se desarrollaba el mercado y donde también se encontraba el gobierno de la ciudad, esto era, la sede del ayuntamiento. Convertidas, por tanto, en sede del poder civil, en los siglos siguientes las plazas mayores surgieron como espacios especialmente diseñados para cumplir funciones específicas y se incluyeron en los proyectos urbanísticos creados por arquitectos o maestros de obras. Sin abandonar su importante papel en la vida económica y política de la ciudad, la plaza mayor también se convirtió, en época moderna, en el teatro donde se representaban las ceremonias festivas y religiosas, como las corridas de toros, los autos de fe organizados por el Tribunal de la Inquisición y las ejecuciones públicas. Para dar cabida a tales eventos, la plaza mayor también debió cambiar progresivamente su apariencia y asumir nuevas características hasta parecerse a un teatro al aire libre: la creación de pórticos abiertos, la mayor altura de los edificios, la inclusión de los balcones, las formas más amplias y regulares, la progresiva cubierta de las vías de acceso con el fin de obtener un espacio cerrado y continuo. Las Ordenanzas de Descubrimiento y Población promulgadas por Felipe II en 1573 establecieron la imposición de la plaza mayor también en las ciudades de las colonias americanas. Además del edificio municipal, la plaza mayor de América también debía albergar a la iglesia principal, imponente, además de por su gran tamaño, por ser un lugar primordial para la ciudad.