Autos de fe
El auto de fe era la ceremonia pública con la que, en la tradición de la Inquisición española, venían pronunciados los juicios en contra de los acusados de impiedad, apostasía o herejía. Este último llegaba al lugar designado para la ceremonia, por lo general una plaza en la que se montaba un palco o escenario al término de una procesión. Los acusados iban vestidos con sacos (sambenitos) y capirotes, en los que se reproducían algunos símbolos: la cruz de San Andrés indicaba que el acusado se había arrepentido y evitaba así el suplicio, ya que las llamas representaban la pena de muerte. La ceremonia, que por lo general duraba varias horas, siempre atrajo a una gran multitud. Si los culpables aceptaban la abjuración, venían por lo general condenados a penas secundarias, como la flagelación pública, la confiscación de bienes, la prisión o el exilio. La eventual ejecución se daba en tiempo y en lugar diferente del auto de fe. Si los condenados se arrepentían in extremis venían estrangulados o decapitados como acto de clemente, o quemados vivos.