Otros ejemplos: Burgos y Plasencia
Entre las plazas mayores españolas construidas o remodeladas en la época barroca, digna de nota es la Plaza Mayor de Burgos. A través de los siglos, a menudo ha cambiado su nombre, en relación con los acontecimientos históricos que involucraron a la ciudad, pero su papel como sede del mercado semanal, a pocos pasos de las murallas de la ciudad, está atestiguada ya desde la Baja Edad Media. En la época Moderna, también se convirtió en el escenario de las ceremonias y celebraciones públicas, así como de numerosas corridas de toros. En una de ellas, en 1660, asistió el rey Felipe IV (1605-1665). A partir de 1791, sin embargo, la plaza se enfrentó a una reforma radical, después de la cual se convirtió en la sede del gobierno municipal, pero perdió el papel del principal mercado de la ciudad en favor de la Plaza del Mercado Mayor (y es por eso que también se llama Plaza del Mercado Menor). Unos años antes, en 1784, se inauguró la gran estatua de Carlos III. Durante el siglo XX, la plaza ha sufrido cambios significativos, perdiendo aquella simetría que caracteriza a las otras plazas mayores de España. Destaca su forma irregular y los edificios que la rodean, que son diferentes los unos de los otros tanto en estructura como en altura.
También la Plaza Mayor de Plasencia tiene características comunes a muchas otras plazas españolas: en realidad era la sede tanto del mercado semanal de la ciudad, ya a finales de la Edad Media, como del gobierno municipal. Al lado del palacio municipal, que data del siglo XVI, se encuentra la antigua cárcel, que se remonta al siglo XVII por el escudo del rey Felipe IV. A diferencia de la colocación habitual de las plazas mayores españolas, la de Plasencia no se encuentra fuera de la ciudad vieja, pero en el centro de la misma.