Plaza de San Oronzo y el poder del obispo Luigi Pappacoda
En el momento de su llegada a Lecce como nuevo obispo, el 4 de diciembre de 1639, monseñor Luigi Pappacoda se encontró con una diócesis llena de problemas e ineficiencias. El largo episcopado (1591-1639) de Scipione Spina, fallecido con más de noventa años, había relegado a la figura del obispo en una posición de total sumisión, tanto con los poderes seculares (gobernador, preside de la provincia y el sindaco de la ciudad), como con el mundo eclesiástico, en comparación con la influencia y el prestigio de las numerosas Órdenes religiosas en el interior de la ciudad. Los esfuerzos realizados por Pappacoda para tratar de cambiar por completo esta situación, anteponiendo la figura del obispo como principal eje de referencia para la ciudad, transformó para siempre la faz de Lecce. Durante su largo episcopado (1639-1670), Pappacoda se empeñó con éxito para poner en práctica en la diócesis de Lecce las reformas derivadas del Concilio de Trento, las cuales, de hecho, no habían sido aplicadas bajo la dirección de sus predecesores. Defendió vigorosamente la autonomía de su poder en contra de las autoridades civiles y las reivindicaciones de los barones. Trató también de reformar las costumbres del clero local, de mejorar la preparación cultural y doctrinal, y de controlar figuras como rústicos diáconos o clérigos casados que vivían en la diócesis. Su carisma y prestigio fueron suficientes para evitar que Lecce, al igual que sucedía en otras ciudades de la Pulla, fuera invadida por la ola revolucionaria nacida en Nápoles en los años 1647-1648.
El símbolo más evocador del poder de Pappacoda residía, posiblemente, en la capacidad con la que impuso el culto al nuevo patrón, San Oronzo, célebre por haber protegido a Lecce de una epidemia de peste que se extendió por el sur de Italia en 1656. El culto a San Oronzo también marcó una importante victoria para el obispo en su lucha personal contra la Orden de los Teatinos, principales promotores de la anterior patrona de la ciudad, Santa Irene. En el actual Lecce, la plaza de San Oronzo sigue siendo testigo del éxito de Pappacoda y de su deseo de cambiar el aspecto de la ciudad. Junto al anfiteatro romano, símbolo de la historia antigua de Lecce, y al Sedile, que fue la sede de la administración municipal hasta el siglo XIX, la Columna de San Oronzo es uno de los monumentos más representativos de la ciudad y de su alma barroca. Confiada a Giuseppe Zimbalo, el escultor que más que ninguno unió su nombre a Pappacoda y Lecce durante estos años, la columna fue construida a partir de los restos de una de las columnas finales de la romana Via Appia en Brindisi. Zimbalo diseñó y construyó la base y retocó el fuste y el capitel. Más tarde, en la parte superior de la columna se colocó la estatua del santo, más de 4 metros de altura, realizada en Venecia. El conjunto de la estatua y la columna alcanza una altura de casi 29 metros.