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Lucía Gutiérrez González, La restauración escultórica en el Barroco

El crecimiento de la ciudad de Roma a lo largo de la segunda mitad del siglo XVI y durante todo el XVII fue enorme. Para construir era necesario excavar primero y los ciudadanos romanos veían asombrados cómo del suelo de su ciudad resucitaban los muertos paganos: cabezas de emperadores, figuras de filósofos, trozos de estatuas, etc.
Las grandes familias del momento llenan los jardines de sus villas con auténticas colecciones: Villa Médica, Villa Borghese, Palacio Mattei o Villa Ludovisi, son algunos ejemplos. Las fachadas de estas ricas mansiones articuladas con nichos, bandas y recuadros, dan cobijo a esculturas y bajorrelieves antiguos, convirtiéndose en soportes de imágenes al modo de los grandes retablos de la época.
AltempsLos ejemplos más significativos de estas colecciones se encuentran en el Palacio de Altemps en Roma (foto). Este palacio fue construido en el siglo XV por la familia Riario y reconstruido por el arquitecto Martino Longhi para el cardenal Marco Sittico Altemps en el XVI. Formando parte de un conjunto de edificios que conforman el Museo Nacional Romano, alberga las exposiciones del museo sobre la historia del coleccionismo (esculturas de colecciones renacentistas como las colecciones Boncompagni-Ludovisi y Mattei, y la colección egipcia). El palacio también incluye el teatro privado histórico, en la actualidad usado para albergar exposiciones temporales, y la iglesia de San Aniceto.
La colección Ludovisi fue una de las más importantes de la época barroca. Algunas de sus estatuas ya habían sido restauradas, pero la mayoría se intervino por encargo del cardenal Ludovisi entre 1621 y 1631, quien se sirvió de escultores tan cualificados como Bernini, Algardi, Buzzi o Rondoni. El espíritu que predomina en este tipo de trabajos hace que se estudien y copien las obras de los clásicos, pero no para quedarse en la imitación, sino para lograr alcanzar la representación de una belleza “enmendada por la naturaleza”. La autonomía y superioridad alcanzada por el escultor a partir de Miguel Ángel le autoriza a actuar con gran libertad sobre los fragmentos antiguos, que se complementan, se perfeccionan, se les añade belleza y decoro e, incluso, se hacen aún más clásicos. Desde el punto de vista iconográfico, nunca como en este largo periodo barroco se realizaron más pastiches, más arbitrariedades o nuevas caracterizaciones.
La ambición general de los escultores es realizar obra de creación propia, pero por variadas razones, de subsistencia en un principio, y de auge del coleccionismo después, muchos de ellos, incluso grandes maestros, se dedicarán a la restauración, encargados y pagados por alguna gran familia (Colonna, Barberini, Giustiniani, Borghese, Ludovisi) para cuidar sus colecciones de antigüedades e integrar las nuevas adquisiciones.
AthenaEl restaurador de los Ludovisi que adquirió más fama fue Algardi. A pesar de la gran libertad con la que interviene las esculturas antiguas, algunas de sus restauraciones pueden considerarse de altísima calidad, como la de la cabeza de Atenea Ludovisi (1627), considerada como el “manifiesto” de los criterios sobre restauración de esculturas antiguas en el XVII (foto). Algardi era, junto con Bernini, el escultor activo más importante de Roma a mediados del s. XVII. Sus trabajos representan el estilo clasicista contrario a las esculturas de Bernini del Alto Barroco, y los dos artistas eran percibidos por sus contemporáneos como rivales. Durante los primeros años de Algardi en Roma, Bernini era el principal escultor demandado por la corte de Urbano VIII, y Algardi tenía que contentarse con modestos trabajos otorgados por patrones conectados con su nativa Bologna. Realmente se convirtió en una eminencia artística durante el papado de Inocencio X (1644-1655) realizando sobretodo esculturas religiosas y sobregrabados.

 

 

AresLorenzo Bernini, intervendrá en el Ares (Marte) de la Colección Ludovisi de manera muy semejante (foto); adquirido en 1622, fue restaurado ese mismo año, añadiéndosele las siguientes partes: en el Ares, la cabeza, mano derecha, extremidades del pulgar del pie izquierdo y pene; en el Eros, que se sienta entre las piernas del dios, la cabeza, brazo izquierdo con la carcasa de las flechas, brazo derecho hasta el codo, pie derecho con parte de la pierna, extremidad del ala izquierda. El tema, sin duda, resultaba bastante atractivo para el mundo poético y encajaba muy bien con el ambiente de Villa. Bernini se mide con la escultura clásica, en clara competencia con ella, dejando su comentario personal y demostrando sus habilidades técnicas y su capacidad de invención. La restauración era un banco de prueba extraordinario y evidencia inmediata de la capacidad de los artistas del momento, que sin duda dominan el oficio.
Sin embargo, no siempre se impuso la reintegración, como podemos observar con el famoso Torso de Belvedere, también encontrado en estas fechas, que se conservó en su condición fragmentaria al considerarse que incluso en este estado incompleto expresaba toda la energía y dinamismo de una obra maestra acabada.
Dentro de este ambiente participa también Boselli, formado en la escuela de Dusquenoy, restaurador asimismo de grandes familias (Caetani, Giustiniani y Colonna) y admirador de las integraciones de Bernini y de Algardi. Su aportación más importante será la de intentar definir la figura autónoma del profesional restaurador, para quien recababa una remuneración adecuada. Es cierto que en la escala de los valores reconocidos todavía no gozaban de gran reputación quienes se dedicaban exclusivamente o con cierta frecuencia a las integraciones. Boselli consideraba que una preparación técnica adecuada era suficiente para la cualificación del restaurador: lo importante era la calidad del producto terminado.